Esta semana el programa Salvados (J Évole y R Lara) de La sexta ha puesto
sobre la mesa un tema candente y sonrojante, el porqué acaban toneladas de
comida en la basura cuando tanta población está en una situación de extrema
necesidad. “Con la comida no se juega”
fue el título elegido.
Y es que estamos viendo la cara mas amarga de la crisis. Ya en febrero,
Caritas presentaba el estudio de la Fundación FOESSA “Exclusión y desarrollo social en España. Análisis y perspectivas en 2012” en el que se concluía que:
Informe |
- La tasa de pobreza (21,8%) es de las más elevadas de la Unión Europea;
- Un 25,5% de la población (11,5 millones de personas) está en riesgo de pobreza;
- El umbral de pobreza ha bajado de 8.000 euros (2009) a 7.800 (2010), esto es que los pobres de hoy son más pobres; y
- Uno de cada tres hogares tiene dificultades para llegar a final de mes y un 41% es incapaz de hacer frente a gastos imprevistos.
Padecemos la tasa de desempleo más alta de todos los países que forman la
UE-27, a gran distancia de la media de este conjunto de países (9,7%). Además uno
de cada dos parados lo es de larga duración (más de 1 año). Y por si fuera poco
emerge con fuerza (940.000 personas) el fenómeno de los “trabajadores pobres”,
es decir aquellos que aún teniendo empleo están por debajo del umbral de la
pobreza. Reflejo de una lamentable realidad la pobreza se ha hecho extensa,
intensa y crónica.
Y mientras tanto pienso en lo que podría suceder y
no sucede. Se calcula una media de 160 kg por persona y año que podrían haber
sido consumidos o redistribuidos y sin embargo, han acabado literalmente en la
basura. Por una parte los malos hábitos de consumo (42%), las “exigencias de calidad”
de los comercios (39%) y entre otras las absurdas normas comunitarias de cupos
y protección de mercados. En el otro lado personas rebuscando en los
contenedores de basura algo que llevar a casa. Recientemente, colegas de
Euskadi me comentaban que en algunas ciudades hasta los contenedores habían
sido objeto de monopolio de búsqueda por parte de algunos clanes o grupos
organizados para su “explotación”, es más les habían llegado a poner hasta
etiquetas con la identificación del mismo para que nadie osara ha realizar su
búsqueda en él.
En septiembre se organizó un gran revuelo entre
algunos “salvapatrias” al tildar de dinamitero de la “maraca España” al
fotógrafo catalán Samuel Aranda, por haber publicado en el The New York Times y bajo el título La austeridad y el hambre en
España, una
serie de fotos que ilustraban la idea de lo duro que para muchos está
resultando sobrevivir en este país. pero este reportaje gráfico simplemente era
el apoyo de un artículo sobre la “proyección internacional” de la situación en
que estamos envueltos.
Joan Baldoví, diputado valenciano por Compromís-Equo, planteó en el Congreso una estrategia para evitar el desperdicio masivo de alimentos en buen estado propuso promover un acuerdo urgente entre el estado, las comunidades autónomas, la industria, la restauración y las organizaciones no gubernamentales para adoptar aquellas medidas que garantizaran el uso eficiente de los alimentos y evitar su desperdicio. La propuesta no salió adelante por la obvia aritmética parlamentaria, el partido del gobierno voto en contra. En respuesta a la interpelación del diputado el Gobierno señaló que estudiaba una estrategia para cumplir los objetivos marcados por el Parlamento Europeo de cara a reducir “a la mitad” el actual desperdicio de alimentos. Sólo que lo prevén de aquí a 2025. A esto se llama tomar “soluciones rápidas” a la crisis y al sufrimiento de nuestros conciudadanos.
Dijo Miguel Hernández que “El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende” y con lo que hemos dicho no hemos de olvidar que de forma conjunta en
este país uno de cada cuatro niños (27,2%) esta bajo el umbral de la
pobreza. Un artículo de octubre de 2012 del periódico Público nos
recuerda que un total de 2.267.000 niños, 80.000 más que hace un año, debido al
impacto de la crisis económica, según las estimaciones de UNICEF, a partir de
los datos actualizados de Eurostat relativos a 2011, y recogidas por Europa
Press.
Algunos países han iniciado campañas de concienciación como Love food, hate waste (Ama la comida, odia
el desperdicio) en Reino Unido con la que han logrado en 3 años disminuir en un 13% los
desechos alimentarios o en Dinamarca la estrategia Stop wasted food (Alto al desperdicio alimentario).
Las conclusiones de estas estrategias son claras: las
personas que planifican, hacen listas de la compra y controlan la comida de la
que disponen desperdician menos alimentos que los «compradores espontáneos» por lo que se debe animar a las personas a aprovechar las sobras y a utilizar
los alimentos con fecha de caducidad próxima en nuevas recetas.
Inculcar hábitos para minimizar el desperdicio por medio
de clases de cocina también han demostrado su utilidad y el Parlamento Europeo ha recomendado que se incorpore esta formación práctica
a los planes de estudio. Pero no sólo en el hogar sino que también puede
aplicarse esto a la industria hostelera: los proveedores de servicios de
catering pueden ayudar a reducir el desperdicio anticipando la demanda en
función de las reservas, o bien dar facilidades y consejos para permitir que
los comensales de un restaurante se lleven las sobras a casa (el “doggie bag” es práctica común en EE. UU. poco arraigada en Europa).
Otras medidas como la clara indicación en el etiquetado
de las fechas de consumo preferente, fecha de caducidad, fecha límite de venta y fecha límite de exposición, podrían ser de gran
utilidad. El Parlamento Europeo ha realizado la propuesta de un etiquetado de
doble fecha que incluya tanto la fecha límite de venta y la fecha de caducidad,
pero para ello es necesario que los consumidores se familiaricen con la
terminología.
Los excedentes de alimentos pueden y deben redistribuirse
con las pertinentes garantías. Entre los desechos se pueden encontrar alimentos
perfectamente comestibles que han sido rechazados por su aspecto. Una opción
puede ser la labor de reparto social a través de los bancos de alimentos en los
que los excedentes se transportan desde los comercios minoristas hasta las
personas necesitadas. Otra la articulación de medidas para hacerlos accesibles
al consumidor pero poniendo atención a la modulación de su comportamiento que
de no tenerlo en cuenta puede convertirse en una incitación a la compra
innecesaria e incluso a la ingesta excesiva.
Os dejo con un video promocional de
la campaña lanzada por Acción contra el Hambre dónde se recrea el
discurso final de una estupenda película, El Gran Dictador, de Charlie
Chaplin.
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