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Recientemente participé en la I Jornada sobre Salud organizada por la
Ciudad Politécnica de la Innovación, un evento que buscaba conectar las
diferentes áreas que repercuten positivamente en nuestra calidad de vida. Tuve
el privilegio de realizar la conferencia inaugural que titulé La salud bajo un enfoque integral y cuyo
título fue también el eje central de este foro.
El objetivo que perseguía con ella era fundamentar la perspectiva de promoción de la salud en el sentido más amplio del término para manifestar que su objetivo es el desarrollo máximo del bienestar, la calidad de vida y de recursos para su salud. Es importante contrastar estas tesis con el discurso dominante en nuestra cultura que prioriza en muchos casos casi exclusivamente las estrategias para evitar la enfermedad (prevención, tratamiento y rehabilitación).
El objetivo que perseguía con ella era fundamentar la perspectiva de promoción de la salud en el sentido más amplio del término para manifestar que su objetivo es el desarrollo máximo del bienestar, la calidad de vida y de recursos para su salud. Es importante contrastar estas tesis con el discurso dominante en nuestra cultura que prioriza en muchos casos casi exclusivamente las estrategias para evitar la enfermedad (prevención, tratamiento y rehabilitación).
No resistí la tentación de compartir con los participantes un personaje y término que me parecen fundamentales: Aaron Antonovsky y la salutogénesis.
Y es que fue Antonovsky quien propuso
entender la salud como un continuo entre dos polos: el bienestar (salud) y el
malestar (enfermedad), pero asumiendo que ningún organismo podría conseguir
ninguno de los extremos de forma absoluta, esto es ni la salud perfecta ni la
completa enfermedad). Con ello estableció que la salud es un proceso inestable
que debe ser constantemente re-creada y que la perdida de salud es un proceso
natural y omnipresente.
Este autor utiliza una metáfora: el rio de la vida, para argumentar la
perspectiva salutogénica. Ante un rio embravecido (la vida en sí) hemos de
comprender las condiciones que determinan que una persona tenga la habilidad de
nadar bien, pudiendo salvar remolinos, peligrosas corrientes y disfrutar de las
aguas tranquilas. De esta forma la salutogénesis no se centra en salvar a los
individuos que están a punto de caer por la cascada sino en conseguir que naden
bien para que no sean arrastrados por las corrientes a la caída .
El gráfico de Eriksson y Lindstrom muestra el desarrollo de la medicina (atención y tratamiento) y de la salud pública (prevención y promoción). Si desde el modelo biomédico sólo se ayuda a las personas que ya tienen problemas de escapar de la corriente que le lleva a la cascada, desde la salutogénesis se concibe que al nacer , las personas caen en el rio (algunas junto a la cascada otras en el lado opuesto) y esto implica que cada una de ellas tengan más o menos riesgos y más o menos recursos para la travesía. Así la mejora de las opciones de salud y de la calidad de vida se basa principalmente en la capacidad (Sentido de Coherencia) para identificar y utilizar recursos (Recursos Generales de Resistencia).
La distribución de la salud y de los
recursos económicos están imbuidos de posturas totalmente contradictorias: la
coexistencia de la obesidad y el hambre; la realización de campañas de salud
dirigidas a aquellos que más conocen o el contrasentido que supone la inversión
de los presupuestos dedicados a la sanidad en proporciones tan disonantes si
consideramos el modelo de condicionantes de la salud de Denver.
Me vienen al pensamiento las reflexiones que Paco
Camarelles hace en el blog educacionpapps:
“Extraño mundo en el que algunos mueren por comer
demasiado y otros por no poder comer. Igualmente la esperanza de vida
al nacer oscila en hombres entre los 27,9 de Haití a los 68,8 años en
Japón. Sin duda alguna necesitamos más prevención y más reducción de la pobreza
para hacer frente a la carga de mortalidad mundial.”
El concepto de salud integral depende de
un actor (el individuo) y de un escenario (el entorno). Centrándonos en el
actor debemos contemplar estilos de vida como la alimentación, la actividad física y sexualidad
saludables; la evitación de factores
tóxicos importantes como el alcohol y el tabaco; pero no debemos obviar otros
como son las horas de sueño o esas circunstancias tan cotidianas como sonreir o
el ansia de la felicidad que han sido objeto de algunas entradas de este blog.
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