domingo, 16 de febrero de 2014

¡Agua va!


Con la lluvia acechando, he tenido que evitar el campo sembrado por heces caninas en una calle. No me valen los buenos augurios que se le supone al hecho de pisar tan traidor elemento. A la cabeza me ha venido rápidamente aquello del ¡Agua va!, como si estuviéramos en plena Edad Media,  y de lo que podía suponer el accidentado tránsito por la calles dónde no sólo supongo debías mirar hacia bajo sino también esquivar los meteoritos caídos desde algunas ventanas. 

Para atajar esta potencial fuente de problemas de salud y evitar las molestias de todos, se dictan normas que con excesiva frecuencia se quedan en papel mojado. Así la normativa por ejemplo del Ayuntamiento de Valencia, a través de la Ordenanza Municipal de Tenencia de Animales, recoge condiciones y pautas que deben de seguir los propietarios de animales de compañía en las vías públicas, que resumo a continuación:
  • Hace responsable a los propietarios de los daños o afecciones a personas y cosas y de cualquier acción que ocasione suciedad en la vía pública producida por animales de su pertenencia.
  • Prohibe ¿a los animales? por motivo de salubridad que realicen sus deyecciones o deposiciones sobre las aceras, parterres, zonas verdes, zonas terrosas y los restantes elementos de la vía pública destinados al paso, estancia o juegos de los ciudadanos
  • Obliga al conductor del animal a recoger y retirar los excrementos e incluso a la limpieza de la parte de la vía pública que hubiera sido afectada.
  • Establece sanciones económicas para sus cuidadores y la retirada de la tutela de los animales sino cumplen con ellas. 
Desgraciadamente las normas elementales son frecuentemente ignoradas por algunos de sus, también, "mejores amigos".
La observación de heces en su momento cumplió con una función importante, aunque quedan lejos (eran los años 70), los paseos de Trowell y Burkitt en su estancia en Africa y sus reflexiones sobre el volumen y número de heces encontradas a su paso. Ello dio paso, tras adecuados estudios, a establecer hipótesis y posteriormente consistentes relaciones entre consumo de fibra y la enfermedad diverticular, el cáncer de colon y recto, la apendicitis, las varices y las hemorroides, enfermedades coronarias, cálculos renales y diabetes. Fue el lanzamiento al estrellato de la fibra dietética que pasó de hacer cameos en la película nutricional, a ser nominada de forma indiscutible al Goya/Oscar de actriz principal para la salud de las personas. 
He querido dedicar esta entrada a tan cotidiano como desconocido residuo. Y es que las cifras descriptivas lo sitúan en un lugar importante como motivo de preocupación para mucha población. Basta recordar que ha sido y es objeto (indirecto) del marketing de ciertos productos alimenticios como se encargan de recordarnos José Coronado o Carmen Machí en sus papeles de felices evacuadores patrocinados. 

Por término medio el ser humano occidental defeca alrededor de 150 g de excremento (las mujeres algo más) mientras que en otras latitudes pueden alcanzar los 500 g (por ejemplo en poblaciones de Africa con dietas de predominio vegetal). Estamos hablando entre los 55 kg del europeo a los 183 kg del nuestros congéneres africanos per capita y año. El misterio puede quedar resuelto conociendo que mientras las recomendaciones de IOM nos recuerdan lo interesante de consumir entre 25 y 38 g de fibra diarios, los estudios nacionales comprueban que estamos lejos de estas cifras presentando una media de consumo entre los 18,9 y los 20,9 g. (Estudio ENIDE). Si queréis ahondar en el tema de cómo aumentar su presencia en la dieta os recomiendo la reciente entrada de Juan Revenga en su blog "El Nutricionista de la General".

Pero ¿De que están compuestas la heces? Un 75% son agua y el restante 25% es material sólido. De este material solido: un 30% lo constituyen las bacterias; entre un 10-20% grasas y otro tanto igual sustancias inorgánicas; un 2-3% de proteínas y el tercio restante se reparte entre pigmentos biliares, restos celulares y materia no digerible. Así podríamos decir que contienen aproximadamente 37 g de material sólido y unos 11 g de bacterias  que de forma teórica podríamos traducir a 110 billones de bacterias.

Y conocidos son los inconvenientes derivados del contacto con el contenido de los excrementos, como las enfermedades que pueden ser trasmitidas tanto por las heces de los perros como las humanas; para muestra un botón: giardiasis, teniasis, criptosporidiosis, tricuriasis, amebiasis, toxocariasis, anquilostomiasis, hidatidosissalmonelosis, hepatitis, shigelosis, etc... 

Pero menos conocidas son algunas implicaciones reparadoras de los excrementos ¿Que diríais si os propusieran hacer un "transplante" de heces como tratamiento? Es lo que se conoce como trasplante fecal y ya empieza a tener un lugar para ciertas enfermedades como las producidas por Clostridium difficile, y se está ensayando (en ratas) para implantar flora intestinal (bacteroidetas) que evitarían el acúmulo de grasas y la obesidad. Algunos investigadores realizan la implantación mediante una sonda nasogástrica mientras otros lo realizan directamente por vía rectal. Y aunque es un tema que de momento forma parte más de las discusiones académicas que de la práctica clínica, no se si en un futuro tendremos un yogur con tal original complemento. Los creativos tendrán que trabajarse mucho el nombre.




2 comentarios:

  1. ¡Interesante y curioso post!
    Realmente interesante lo del trasplante fecal...

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  2. Como dices es una apuesta terapéutica "novedosa" que ya empieza a tener alguna evidencia. En el artículo del NEJM los tratados con vancomicina tuvieron pobres resultados (este funcionó en cuatro de 13 pacientes) mientras que los tratados mediante trasplante de materia fecal de un voluntario sano, eliminaron la diarrea grave en 13 de 16 voluntarios. Ya veremos las posibilidades que esas más de 3000 especies de bacterias que "anidan" según que intestinos puedan aportar. Gracias por tu comentario.

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