domingo, 6 de septiembre de 2015

Falsos amigos


Creo que a estas alturas de la vida nadie piensa que las industrias son "hermanitas de la caridad" que velan altruistamente por nosotros. Las industrias por definición son negocios que buscan conseguir ganancias económicas y su sostenibilidad en un arduo mundo de competidores. Igual tiene que hablemos de la industria del tabaco, del petróleo, de la farmacéutica que la alimentaria. Ellas se crean, se diseminan, diversifican y escuchan cualquier posibilidad que suponga un posible motivo de negocio y venden. Pero como es lógico para su supervivencia también se protegen.

Pongo un ejemplo. Sabemos que cada día aproximadamente 150 personas pierden la vida a causa del tabaco en nuestro país, así que las tabacaleras deben interpretar que esto es una pérdida anual de 55.000 clientes y por lo tanto una posible pérdida de ingresos económicos. Con esta consideración ¿Que no harán por conseguir que cada año se sumen al menos la misma cantidad de consumidores? Pero si es posible conseguir un número mayor de compradores mejor y si son jóvenes doblemente bueno porque si se fidelizan (ahí la nicotina juega un importante papel para su adicción) tendrán consumidor (y beneficios) para muchos años.

Las industrias lo tienen muy claro y por ello luchan para no perder cuota de mercado. Sus estrategias son múltiples desde ensalzar su producto a ningunear el de al lado, desde asociarlo a vivencias positivas o destacar la desgraciada  existenciaque nos espera sino consumimos su producto. Para ellos todo vale cotidianeidad, provocación, sentimientos o razón todo vale para dar un empujón al consumidor hacia su producto. Y los guiños a la ciencia se suceden como comentamos en esta otra entrada: ¿Quién paga manda?

De nuevo diferentes noticias nos ponen en alerta. Este pasado agosto un titular en The New York Times refería: "Coca-Cola funds scientists who shift blame for obesity away from bad diets(algo así como: La "empresa nombrada" financia científicos que alejen la culpa de la obesidad de las malas dietas). Y ha vuelto a poner sobre la mesa la pertinencia de los falsos amigos o amistades posiblemente peligrosas en que pueden convertirse la relación entre la industria alimentaria y las sociedades científicas. El debate está servido ¿La subvención con 1,36 millones de euros a una organización científica sin ánimo de lucro denominada Global Energy Balance Network, es altruista y normal? o ¿es un patrocinio encubierto para crear una estrategia de "vendedores de dudas"?
Mientras la evidencia científica reconoce poco a poco la cuota de responsabilidad de la comida rápida y de las bebidas azucaradas en la epidemia de obesidad, los embotelladores de la "chispa de felicidad" van elaborando estrategias cambiado su mensaje: felicidad, optimismo, longevidad, hidratación, estilos de vida... Todo aquello que hace desviar la atención sobre el producto no sea que nos tomemos en serio lo de las tasas sobre los refrescos. Tras convencernos de que no existen alimentos buenos o malos en sí mismos sino que es el conjunto de la dieta quien manda. Y dado que una vez agotado este paradigma podríamos penalizar algunos alimentos y bebidas (azúcar y bebidas con azúcar por poner un ejemplo), ahora toca echar balones fuera, olvidarnos de los alimentos (los refrescos por ejemplo) y poner el acento en  la falta de ejercicio. Así que el fomento del esfuerzo investigador que ponga su foco sobre la escasa actividad física y no sobre una mala alimentación puede verse incentivada. Inteligente estrategia que dará argumentos para avalar el "beba sin problema este refresco que lo importante es quemar su energía".

Se obvia hasta el reciente informe científico del Dietary Guidelines Advisory Committe de 2015 que tiene bien establecido la relación entre bebidas azucaradas y enfermedad (así como la necesidad de realizar ejercicio físico) que no sirve para la multinacional y sus "aliados científicos" para aceptar que las bebidas azucaradas son un importante factor influyente en la obesidad, enfermedad cardíaca y la diabetes.

¿Por que será que estos argumentos me traen a la mente el estudio ANIBES (Antropometría, Ingesta y Balance Energético en España) ? ¿Tendrá alguna relación el que se realice también con la colaboración de The Cocacola Company o simplemente es pura coincidencia? ¿Fue casualidad que los titulares de prensa en su presentación resaltaran el mensaje: "el sedentarismo es más culpable de la obesidad que la dieta"? Por supuesto que  el equipo investigador merece mi admiración, que los entresijos del mismo están publicados y sometidos a revisión por pares y sus resultados son los que han encontrado. Mis comentarios se dirigen a los posibles usos y traslación de los mismos. Estos resultados francamente no esperables ya los tratamos en otra entrada de este blog y tambien han sido comentados en otras entradas de blogs  como "Lo que dice la ciencia para adelgazar".

Acceso al informe "Confiad en mi"
Sin ser mi intención actual profundizar en la delgada linea que separa los patrocinios de la industria a las sociedades científicas os remito a dos documentos sobre el tema de estimulante lectura. El artículo de la revista British Medical Journal sobre los vínculos entre productores de alimentos y las instituciones sanitarias españolas y el informe "Confiad en mi" de VSF/Justicia alimentaria total.

Los toques de la industria alimentaria han ido siempre hacia la captación de nuevos consumidores para sus productos tanto de forma directa como indirecta y si puede ser desde la más tierna infancia con campañas en el ámbito escolar más o menos agresivas reparto de productos en la salida de los centros docentes, patrocinios de excursiones a centros de producción, degustaciones,... La relación de estos intentos con el mundo infantil aún es más terrible si implicamos al colectivo profesional que cuida de su salud y que (consciente o no) mantiene relaciones con una empresa / marca de galletas de dificil justificación ética y científica, ya que confunde al consumidor y sus madres/padres con mensajes ambiguos sobre el producto que ademá goza de gran presencia mediática (además de la posibilidad de ¡disponer de un dispensador del producto en la consulta pediátrica!). Si queréis haceros una idea propia os facilito el acceso a un escrito muy ilustrativo de Julio Basulto  y dos notas oficiales de la Asociación Española de Pediatría sobre el asunto (1: Firma de acuerdo en 2011 y 2: Aclaración de la AEP sobre las galletas 2015).

Pero insistiendo en el tema y en concreto, en el ámbito escolar la administración intenta poner orden y concierto. La Ley 17/2011 de Seguridad Alimentaria y Nutrición  ya lo dejaba esbozado en su artículo 40.7:

"Las escuelas infantiles y los centros escolares serán espacios protegidos de la publicidad. Las campañas de promoción alimentaria, educación nutricional o promoción del deporte o actividad física en los centros así como el patrocinio de equipos y eventos deportivos en el ámbito académico deberán ser previamente autorizados por las autoridades educativas competentes, de acuerdo con los criterios establecidos por las autoridades sanitarias que tengan por objetivo promover hábitos nutricionales y deportivos saludables y prevenir la obesidad."

Con la aprobación del siguiente documento por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, el pasado 29 de julio, se da un paso adelante para evitar interacciones perversas entre la industria y los escolares:



La idea base del documento, realizado por un grupo de trabajo de las CCAA, es contemplar el “entorno escolar” como espacio de especial protección de toda forma de publicidad. Haciéndose eco de las recomendaciones de diferentes Instituciones internacionales, como la Oficina Regional para Europa-OMS a través de su Plan de Acción Europeo sobre Alimentación y Nutrición 2015-2020:


“Reducir el impacto sobre los niños/as de todas las formas de marketing de alimentos ricos en energía, grasas saturadas, grasas trans, azúcar o sal” y “Mejorar la capacidad de los ciudadanos para hacer elecciones saludables, teniendo en cuenta las necesidades en función de la edad, el sexo y el nivel socioeconómico. El entorno escolar y pre-escolar son un excelentes puntos donde empezar a actuar…”. 


De interés para asociaciones de madres y padres, para el colectivo educativo y sanitario, cabe destacar sus principios básicos
  • Reconocer el derecho de los escolares y el deber de las administraciones de hacer efectiva la protección preventiva integral de la salud. 
  • Garantizar que las escuelas infantiles y los centros escolares sean espacios protegidos de la publicidad. 
  • Fomentar y garantizar en el entorno escolar la educación en estilos de vida saludables relacionados con la nutrición, los hábitos alimentarios y la actividad física. 
  • Garantizar y hacer prevalecer los derechos de las personas menores de edad en caso de concurrencia y/o colisión con los derechos o intereses de personas o entidades, dada la especial vulnerabilidad de la población escolar. 
  • Reconocer la función de promoción de salud, y el potencial preventivo especial del sistema educativo y de la comunidad educativa. 
  • Promover hábitos de vida saludables entre los menores de edad, y la educación específica de estos, basada en información veraz y estimulando su capacidad critica. 
  • Realizar acciones en consonancia con directrices de organismos e instituciones internacionales, de la Estrategia NAOS y de otras políticas autonomicas poniendo en práctica el abordaje multifactorial, intersectorial y multidisciplinar requerido para la adecuada prevención de la obesidad.
Y se esbozan los procedimientos y criterios para la realización de actividades en el ámbito escolar por parte de las empresas alimentarias. Por supuesto que quedan lagunas por cubrir y muchos flecos que recortar pero creo que puede ser una ayuda en la consecución de un ambiente, el escolar, "libre de publicidad" que deberá ser completado con una buena formación para crear individuos que sepan interpretar y defenderse de los mensajes siendo críticos con cualquier tipo de publicidad.


sábado, 29 de agosto de 2015

Todo lo que pica cura


Esta temible frase me trae recuerdos de la infancia. No había herida o raspadura que cualquiera no curase, con mejor voluntad que conocimiento, echando un generoso chorrito de alcohol o de agua oxigenada. Entre sollozos, quejas y guiñotes, oía como un adulto (cuando no un repelente amigo) repetía el consabido mantra: ¡No te quejes que todo lo que pica, cura! ... Diferente era el caso de un golpe que tras un "sana sana colita de rana" te daban la esperanza de solución en un par de dias ("si no cura hoy curará mañana"). Lo tenía olvidado puesto que la entrada en escena de las coloristas "tiritas a color" parece que han heredado propiedades curativas acordes a los nuevos tiempos.
Realmente esta frase ("todo lo que pica cura") se ha adueñado de mi cabeza al leer un artículo publicado en julio en el British Medical Journal que observa una curiosa relación entre el consumo de alimentos picantes y una menor mortalidad por todas las causas. El estudio, con casi medio millón de chinos, observó que los que tomaban más frecuentemente comida picante (guindillas -chiles- 1 o 2 veces por semana) presentaron un 10% menos de riesgo global de muerte en siete años que quienes no lo tomaban con asiduidad. Aunque la relación causa-efecto no puede ser establecida a través de un estudio como este y no es concluyente ciertas observaciones llaman la atención:  
  • el consumo de alimentos picantes se encontró asociado con un menor riesgo de morir por cáncer, cardiopatía isquémica y enfermedades del sistema respiratorio.
  • los beneficios observados fueron ligeramente mayores en las mujeres que entre los hombres.
  • que el consumo de estos "picantes (chiles)" frescos presentaban un menor riesgo de muerte por cáncer, enfermedad isquémica cardíaca y diabetes.

Hay que precisar que en España se denomina pimiento a los chiles de las variedades que solo condimentan y no producen ardor, y se reserva el témino guindilla a las variedades picantes. En definitiva esta cualidad depende de la ausencia o presencia de sustancias capsaicinoides. Por cierto, el "sabor" picante no existe, no se percibe en las papilas gustativas. Los alimentos picantes pueden tener sabor (dulce, salado, amargo, ácido o el menos conocido umami) aunque su característica más sobresaliente sea el picor o mejor dicho el dolor que provocan. Porque en realidad la comezón se trata de dolor producido por las sustancias capsaicinoides que contienen y que activan los nociceptores o terminaciones del dolor cuya función no es otra que avisar de que algo va mal o se está produciendo daño o irritación a algún tejido.
Investigaciones previas ya nos alertaban de las pícaras bondades de los pimientos y su biactivo componente la capsaicina relacionándolo con efectos anti-inflamatorio, anti-oxidante y sus propiedades anticancerígenas, además de otras controvertidas observaciones (¿efecto sobre la obesidad?). Al menos su uso tópico a altas concentraciones para el dolor crónico neuropático en adultos esta documentado. Así que no debemos perder de vista las posibilidades de este alimento que tiene tantos amantes como detractores.
Ya sea como chile habanero (el más picante de ellos), cayena, tabasco, jalapeño o la incertidumble aplicada al pimiento de Padrón del que se sabe que "unos pican y otros no" todos comparten esta sustancia que quién sabe si futuros estudios harán bueno el dicho de que "lo que pica cura" o al menos nos previene de una muerte prematura. Aún así y sabiéndome incapaz de atreverme con el chile habanero basta decir que aún existen algunas sustancias picantes que superan con creces su picor como las tóxicas: tiniatoxina, presente en la Euphorbia poissonii, una planta de Nigeria, y la resiniferatoxina, procedente de un cactus de Marruecos llamado Euphorbia resinifera y que ostenta el rabioso honor de ser clasificado como el picante más picante de los conocidos. El método Scoville se ha utilizado para ordenar las sustancias picantes aunque su criterio pueda resultar impreciso. 


Y si en alguna ocasión os veis sobrepasados por el picante dolor de los chiles, ajís o guindillas podéis intentar contrarestarlo con pan mojado en aceite de oliva, bien tomando yogurt o bien realizando un enjuague con leche.