Los primeros datos del estudio ANIBES (Antropometría, Ingesta y Balance Energético en España) acaban de despertar mi atención. Sobre todo porque ha estimado una ingestión media de energía de 1820 kilocalorías que si las comparamos con las 3008 kcal del año 1964 o las 2 609 kcal del 2010, manifiestan una clara tendencia a la baja. Por supuesto que estas encuestas históricas fueron realizadas con una metodología diferente y menos precisa sin embargo esto no puede explicar esta disminución tan grande.
El hecho podría no pasar de una mera observación de tendencia, pero la estimación de la ingesta actual puede ser para algunos (Blog: Lo que dice la ciencia para adelgazar) poco creíble probablemente consecuencia de la metodología utilizada que según los propios autores en un artículo que recientemente han publicado, ha sido un recuerdo de 24 horas y un registro de tres días (en este tipo de estudio, son los propios pacientes los que van informando de lo que comen). Los datos por franjas de edad muestran que solo los niños de entre 9 y 12 años ingieren la energía recomendada por la EFSA (2.078 en niños y 1.973 en niñas). El resto se encuentra por debajo de la media recomendada. Si queréis conocer algunos datos más sobre la composición estimada de la dieta podéis encontrarla en esta infografía.
Es curioso que este dato me ha llamado la atención al ser más o menos coincidente con los estimados, por nosotros, mediante recuerdo de 24 horas en la Encuesta de Nutrición de la Comunidad Valenciana 2010-11, 1777 Kcal (1914 Kcal/dia en hombres y 1640 Kcal/dia para las mujeres).
Otras fuentes de datos como los obtenidos mediante las hojas de balance alimentario de la FAO que objetivan la evolución de la "disponibilidad" energética alimentaria del país, si bien son numéricamente diferentes (la metodología de su cálculo lo justifica) también manifiestan el descenso apuntado por el estudio ANIBES.
Este estudio transversal se ha trasladado a la opinión pública con una conclusión tan arriesgada como simplista: "El sedentario es más culpable de la obesidad de los españoles que la dieta", a decir de los titulares de la prensa. Sinceramente reducir la obesidad, a una cuestión única de balance energético significa esquematizar un fenómeno demasiado complejo, olvidando, por poner un ejemplo, que estudios aparecidos recientemente revelan que, algunas personas son más propensas que otras a ganar peso por disponer alguna de las 140 variaciones del genoma que estén relacionadas con esta enfermedad. No me quedaría totalmente claro sólo con ello porqué son algunas las preguntas que podrían quedar sin respuesta: ¿Por qué en los países ricos la obesidad afecta a los pobres y en los países pobres a los ricos? ¿Son los horarios de los trabajos precarios los que llevan a una vida sedentaria sin tiempo siquiera para dar un simple paseo? ¿La educación nutricional llega a los más necesitados? ¿Los determinantes socioeconómicos son aprovechados por las industrias alimentarias incluso para diseñar productos que sustituyan el agua? ¿existen connivencias entre industria y sociedades científicas para crear, abordar, estudiar enfermedades a pesar de su potencial papel productor de la mismas? ¿Que pinta la epigenética, la programación fetal, los disruptores endocrinos, la microbiota intestinal en esto de la obesidad?
Estoy seguro que la fórmula: obesidad es igual a acúmulo de energía ingerida que sobrepasa la energía disipada requiere de la consideración de muchos factores de corrección que complican esta simplificación de que el equilibrio se consigue, según el humorista Mota, en procurar igualar "las gallinas que salen por las que entran". ¡Ay esta globesidad!