Tomado de http://www.flickr.com/photos/mariajesusmay/4855979650/ |
"Es más listo que el hambre" es una expresión que viene a
ser sinónimo de “muy listo”. Popularmente nada hay que haga aguzar más el ingenio
que el hambre, quien la sufre, utiliza
todo tipo de argucias para vencerla. Pero acabo de leer un artículo y el dicho me
parece un buen contrapunto, para argumentar ante esta aparente
paradoja. Y digo aparente porque no es lo mismo pasar hambre sin querer que ser
un malcomedor pudiendo hacerlo de forma adecuada.
Y es que no hace mucho se ha publicado un estudio español en The OpenNutrition Journal, que analiza las peculiaridades de los niños malcomedores
y su relación con algunos problemas cognitivos.
Como niños
malcomedores se definió a aquellos que ingerían menos de un 65% de las
cantidades diarias recomendadas de entre 4 y 6 grupos de alimentos (carnes,
verduras, frutas, lácteos, carbohidratos y legumbres). En la población general
se estima que entre un 20 y un 60% de los niños son malcomedores, y, según los
pediatras, ésta es una de las quejas más habituales de los padres.
Se establecieron las características de estos niños: son los que comen de forma más
lenta, tienen más deseos de beber, sensación temprana de saciedad, menor
disfrute de la comida y comportamiento caprichoso, tanto en la alimentación
como en otras facetas.
En cuanto a las repercusiones sobre los niveles de atención, los resultados
reflejaron claramente que los malcomedores, de entre 4 y 6 años, tenían un
nivel de atención significativamente bajo respecto a aquellos que comían
saludablemente y esa diferencia se incrementaba hasta un 50% con la edad, de
tal forma que más de la mitad de los malcomedores de 5-6 años puntuaban más
bajo en los niveles de atención.
En el ámbito familiar, se comprobó que en más del 50% de las familias con
niños malcomedores se crea una especie de círculo vicioso donde los padres se
irritan porque el niño no come y el niño, a su vez, persiste en su
comportamiento como reacción a la actitud de los padres: Todo ello propicia un
ambiente que, lejos de solucionar el problema, hace que se cronifique en el
tiempo.
Y ante este artículo me viene a la mente el libro de Julio Basulto, recientemente
publicado: “Se me hace bola. Cuando no comen como queremos que coman”, editado
por DEBOLSILLO clave. Que quiere incorporar dentro de los hogares un patrón de
dieta sana para que los pequeños aprendan con el ejemplo.
Cinco capítulos y 11 anexos para intentar contestar preguntas tan simples como
las siguientes: ¿Qué hacer cuando nuestro hijo come menos de lo que querríamos?
¿Crece porque come o come porque está creciendo? ¿Debemos demorar la
incorporación de alimentos potencialmente alergénicos? ¿Cómo lidiar con la
atractiva y omnipresente oferta de alimentos superfluos y procesados? ¿Qué
hacer para prevenir la cada vez más frecuente obesidad infantil? Un buen
recurso a consultar.
Hace unos 30 años un programa de TV: "Con la manos en la masa" logró interesarme en la cocina. No recuerdo, sinceramente, el programa pero si la sintonía de Vainica doble y Joaquin Sabina que lo identificaba.
Siempre fui un niño flacucho y mal-comedor. Otra de las infinitas cosas que tengo que agradecer a mi madre es que me sacase adelante y me hiciese comer.
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